Es un lugar, un espacio donde comparto con ustedes mi mirada de aquello que gusta, que da risa, que duele, que enternece y que refleja una parte de mí.

Gaby

martes, 21 de abril de 2009

CASSANDRA WILSON

LA VERDADERA SENSUALIDAD DEL JAZZ
Bienvenida, Cassandra

Por Diego Fischerman

No se sabe por qué una cantante de jazz debe ser sensual pero así son las cosas. Es posible que las escalas de blues, que los arrastres de una nota a otra, los quiebres rítmicos y hasta la idea de africanidad que subyace en el género se toquen en más de un aspecto con lo que el sentido común presume erótico. Puede ser que sean las canciones, que al fin y al cabo son “de amor”, cubriendo un amplio espectro que va de la declaración y la súplica al desgarro. Pero los mohínes, los labios abrazando casi el borde del micrófono e hinchándose como plantas carnívoras, las caderas hamacándose en el vacío hacia la sombra de un amante imaginario, forman parte de lo que se entiende por “cantante de jazz”, algo tan funcional a la musicalización de citas amorosas como a los shows en hoteles de lujo.

Podría pensarse, con algo de maldad, que, además, la profusión y exageración de estos componentes, junto a la cortedad de las faldas y el alto de los tacos, es inversamente proporcional no sólo a las cualidades vocales sino a la propia belleza. En todo caso, no importa. Están las que cantan mal y ésas directamente no cuentan. Están quienes ni fueron hermosas ni quisieron aparentarlo, pero cantaron como los dioses –suponiendo que los dioses alguna vez hayan cantado tan bien como Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan– y están aquéllas, como Billie Holiday, Abbey Lincoln o, ahora, Cassandra Wilson, en las que la belleza pasa a segundo plano. Y es que si son sensuales no es por su representación de la sensualidad sino porque sus voces están cargadas de sentido, porque son capaces de inquietar; porque el fraseo, a veces al borde de la crueldad, deja a quien escucha sin aire y suspendido en el aire.

Cassandra Wilson cantará por primera vez en Buenos Aires los próximos 20 y 21 de mayo, en el Teatro Gran Rex. Llegará con un grupo que incluye a dos colaboradores habituales de Wynton Marsalis, el contrabajista Reginald Veal y el baterista Herlin Riley, junto a Lekan Babalola en percusión, Marvin Sewell en guitarra y Jonathan Batiste en piano. En sus últimos discos, su voz oscura, untuosa, y una manera de cantar situada en el improbable punto medio entre Sarah Vaughan y Joni Mitchell, van más atrás del jazz. Se hunden en el blues, pero no en la versión urbana, virtualmente domesticada por el mercado, sino en sus vertientes rurales, salvajes, crecidas en las orillas del Mississippi.
En todo caso, la cantante de jazz más importante entre las surgidas en las últimas décadas, nunca fue exactamente eso –una “cantante de jazz”–, ni siquiera en sus comienzos.

Nota completa: publicado en Página/12 - RADAR
Fuente : RIMA (Red Informativa de Mujeres)


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